No me digas que soy bonita. No me interesa que te guste mi apariencia. Soy más que mi apariencia. Lo que vale de mí está adentro. Es complejo, rebuscado, confuso y en muchas ocasiones contradictorio.
La llama que enciende mis pasiones tiene sed. Sed de conversaciones intensas, pláticas interesantes, discusiones calurosas y cuestionamientos que me hagan pensar, ahondar más en los misterios de este mundo tan absurdo y esta vida tan valiosa y a la vez tan efímera.
No me invites una copa. Invítame a conocer mundos nuevos, a explorar nuevos horizontes. Invítame a descubrir de lo que somos capaces. Invítame a soñar. No me agarres la cintura. Toma mi mano. Apriétala. Hazme sentir viva. Recuérdame que las manos de los seres humanos son como piezas de un rompecabezas, que embonan, que están hechas apara sostenerse unidas.
No me beses con lujuria. Bésame con pasión, con respeto, con entrega. No olvides el sabor de mi boca. Recuerda que con esa lengua pronuncio las palabras para expresar lo que pienso y lo que siento. Que con esa boca defiendo al desvalido y grito a todo pulmón, para que el mundo escuche mi voz, junto con las voces de mis hermanos y mis hermanas, y sepa que queremos un mundo justo, un mundo compasivo, un mundo unido.
No tomes mi corazón como tu posesión. No es tuyo. Nunca lo será. Siéntete afortunado de que lo comparta contigo. Mi posesión más valiosa, mi vitalidad, está en tus manos. Cuídala, porque no te pertenece. No intentes conquistarme. Jamás seré propiedad tuya, ni de nadie más. Han habido muchos antes de ti y todos han intentado colonizarme. Déjame ser libre, mía, pero compartida.
Cuando llore, no me tengas lástima, no seas condescendiente. No me digas qué hacer, ni que todo estará mejor. Ya sé que todo pasa. No quieras pensar por mí, ni sentir por mí. Cuando llore, abrázame. Acaríciame. Recuérdame que no estoy sola. Que tú también lloras. Que está bien llorar.
Cuando me equivoque, no me humilles. Recuérdame que soy más que mis errores. Que no soy blanco o negro, que tengo en mí cientos de matices al igual que tú. No me digas que soy perfecta. No me subas a un pedestal porque me voy a caer. No me encierres en una jaula de oro. Veme por lo que soy. No lo que crees que soy o lo que quieres que sea.
Por último, ámame. Ámame como soy. Con mis miedos y mis pasiones. Con mi luz y mi obscuridad. Con mis días alegres y mis días de dolor, tristeza y amargura. Cree en mí. En mi capacidad de amarte. Siempre. Y nunca olvides que juntos seremos invencibles.
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